El concepto de apego, inicialmente explorado en el contexto de la infancia, ha sido una pieza fundamental en entender las dinámicas interpersonales a lo largo de la vida. John Bowlby, pionero en este campo, postuló que el apego es un sistema innato crucial para la supervivencia, que evoluciona a lo largo del desarrollo humano.
Durante la niñez, los padres son las figuras principales de apego. Sin embargo, a medida que avanzamos hacia la adultez, esta dinámica cambia gradualmente. Investigaciones como las de Hazan y Shaver en 1987 llevaron esta noción un paso adelante al sugerir que los adultos pueden manifestar patrones de apego tanto seguros como inseguros.
Los individuos con un apego seguro tienden a establecer relaciones cercanas sin dificultad, no se sienten incómodos dependiendo de otros ni permitiendo que otros dependan de ellos. Por otro lado, aquellos con un apego inseguro pueden exhibir un estilo ansioso o evitativo.
Investigaciones posteriores han refinado esta idea, sugiriendo que las personas desarrollan modelos internos de trabajo, tanto positivos como negativos, sobre sí mismos y sobre los demás. Estos modelos pueden influir en la forma en que nos relacionamos con nuestras parejas.
Existen cuatro estilos de apego que surgen de la interacción entre los modelos internos y externos: seguro, evitativo, preocupado/ansioso y temeroso. Cada uno de estos estilos se caracteriza por diferentes cogniciones sobre uno mismo y sobre los demás, lo que influye en la forma en que nos relacionamos en nuestras relaciones íntimas.
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Apego Seguro: Positivo hacia uno mismo y hacia la pareja, con un sentido de valía personal y aceptación general de los demás.
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Apego Evitativo: Positivo hacia uno mismo pero negativo hacia la pareja, prefiriendo mantenerse independiente para evitar decepciones.
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Apego Preocupado/Ansioso: Positivo hacia los demás pero negativo hacia uno mismo, con baja autoestima pero buscando la aceptación externa.
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Apego Temeroso: Negativo tanto hacia uno mismo como hacia los demás, evitando el contacto emocional para protegerse del rechazo.
Estos estilos de apego pueden tener profundas implicaciones en nuestras relaciones de pareja, afectando la forma en que nos comprometemos emocionalmente y cómo percibimos el amor y la intimidad.
Entender estos estilos puede ser fundamental para cultivar relaciones saludables y satisfactorias.
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